Cualquier medida que se tome tendrá consecuencias no solo directamente relacionadas con estas medidas sino otras derivadas (1) de problemas producidos de forma más o menos indirecta por ellas. Y serán más impactantes cuanto más graves y extensas sean dichas medidas. Por eso la precaución ha de ser proporcional o mayor. Es el caso de las medidas anti-pandemia que se han impuesto de forma masiva al margen de la ciencia sin conflictos de interés y de una mínima ética violando los derechos humanos más básicos.
El que algo experimental poco o nunca probado y menos a gran escala ni con los mínimos años necesarios para el estudio de su seguridad se haya impuesto a base de represión, manipulación, mentiras y miedo ha provocado entre otras muchas cosas que en lugar de asociar (como se pretendía) el término “vacuna” tradicional a los experimentos que se publicitaban como “ciencia” (además de injustificados y peligrosos) una disparada desconfianza en aquello en lo que tradicionalmente se había confiado en particular y un descrédito por contagio de la Sanidad oficial en general. Medidas injustificables e injustificadas (se sigue esperando que las argumenten) como encierros generalizados o mascarillas si hacías senderismo en soledad, provocan por ejemplo que multitud de enfermedades y afecciones dejen de tratarse. Por si fuera poco la desaparición de la medicina presencial, la personalizada con el médico que te conoce es un despropósito de ese intento de virtualización de la vida han hecho otra vez presente lo de “peor el remedio que la enfermedad”. Era de esperar, tratar a todo el mundo igual como si fuesen clónicos (otra cosa que persiguen) es aberrante e inhumano.
La medicina solo aporta a la salud un porcentaje menor que podría llegar al 10% , lo demás son factores sociales básicamente. Darle la vuelta actuando como si fuese el 90% no puede provocar sino consecuencias desastrosas como las que estamos pagando ahora.