Los experimentos peligrosos pueden salir caros y si además no se justifican abonan la deshumanización y no deberían nunca quedar impunes. La epidemia de efectos adversos de los medicamentos es “silenciosa” gracias a cuestiones como la censura, el clientelismo, los conflictos de interés, el miedo a ser reprobado por la oficialidad, etiquetado… todo bajo control de gigantescas industrias.
La polimedicación y sobremedicación como norma y el ataque a quien intente mejorar la situación también. La cascada iatrogénica que como bola de nieve se hace cada vez más grande. El secretismo en el desarrollo, la exclusividad del acceso, el control de la información por las compañías farmacéuticas, menudo panorama. Cada nuevo fármaco se evalúa por quien le venderá y las autoridades reguladoras aceptan sin verificar. Un paraíso de ventas con la confidencialidad de los daños. ¡Demasiado bien estamos!
Joan-Ramon Laporte, médico: “No se puede recetar un antidepresivo por teléfono”