Un modelo ligado a la rentabilidad, como el actual sanitario, es enormemente peligroso y si logra la posibilidad de imponer sus productos en exclusiva (como el actual) el resultado es un auténtico desastre. Así se multiplican los casos de “peor el remedio que la enfermedad” llegando a límites terribles como conseguir aplicarlos a gran parte de la población mundial. La sobremedicación es un problema sanitario de primer orden. Personas sanas, incluidas niñas y niños, tratadas con graves efectos secundarios. Situaciones normales medicalizadas. Patentes a precios estratosféricos…
Un sistema jerárquico que deriva en una especie de estafa piramidal. Las enfermedades no paran de aumentar y la salud en manos del mercado en continuo deterioro. La intoxicación como forma definitoria de nuestra sociedad actual. Los estados dan carta libre a la industria. Reguladores y OMS pagados por esa industria. El secretismo como principio de desarrollo de fármacos y la ocultación y censura como medio para venderlos.
Cuando se habla de ciencia sin fines comerciales o de control social las cosas empiezan a cuadrar. Un ejemplo bien interesante para situar el marco en que nos movemos lo tenemos en otra grieta del férreo sistema sanitario actual:
El catedrático de farmacología ‘cabreado’ que no se muerde la lengua: “Vivimos en una sociedad intoxicada”
Joan-Ramon Laporte, médico: “Las pruebas para ver si un antidepresivo funciona son un chiste, se manipulan”